6, 7, 8. Y quién da más
De camino a mi trabajo paso todos los días por un garaje que tiene estos números: 6, 7, 8. Y se alquila (¿la plaza de garaje?, no lo tengo muy claro). Como buena (o mala) argentina que soy, esos números, pronunciados en ese orden, me sunan a programa periodístico de corte kirchnerista. Y hasta me resuena el tono de voz particular que los menciona cuando comienza el programa. El garaje queda en el barrio de Legazpi (Madrid) y los números son todos verdes (no solamente el 7) y están dispuestos de manera vertical. Vamos, que nada que ver. Pero camino por Madrid y asocio, y pienso en Buenos Aires. No lo puedo evitar: sonidos que retumban o imágenes que invaden; uno lleva un recorrido en las pupilas y en la sangre.
Y recuerdo; me acuerdo de 6, 7, 8... del conductor con coleta y bigotes a lo Dalí. De Cristina, del Papa, del hijo y del Espíritu Santo. Amén. (Del hijo de Cristina, claro). Y me pongo algunas emisiones a través de la página oficial de la TV Pública. Pero pronto acabo en Youtube, maldito Youtube que lo tiene todo, en fragmentos, entero, congelado o envasado al vacío... como quieras. Y vamos, encuentro lo que no buscaba y me lanza a salir a la verdulería de mi barrio a investigar. Encuentro, para decirlo de una vez, una emisión que va sobre la verdulería de 6, 7, 8 vs. la verdulería de Canal 13 (ya sé que el programa es de febrero y los precios cambian, pero me sirve igual). Entonces me acuerdo. Me acuerdo de que vivir en Argentina era participar de ese folklore de las comparaciones y las guerras mediáticas. Y pensar, pensar, permanentemente pensar que la plata nunca nunca alcanza. Pensar, y mirar, y comparar y volver a pensar en precios, precios, precios.
Salgo, dispuesta yo también a jugar, a ver los precios de la verdulería de mi barrio (que son los mismos que eran en febrero). Mi barrio: ¿cómo se llama mi barrio? El centro de Madrid, entre los metros Antón Martín y Lavapiés, una zona con bastante identidad española, que escapa a la masa de turistas que deambulan más por Sol o Plaza Santa Ana, por no mencionar la obvia Plaza Mayor. Total, en la mismísima calle Santa Isabel (la famosa calle que tiene el Cine Doré) está la verdulería de mi barrio. Atendida por indios, muy simpáticos, que comen mucha fruta. Entro con un boli y papel en mano y les explico: si no les molesta que hoy no les compre, que solo tome note del precio por kilo de algunas frutas o verduras porque quiero comparar los precios con los de Argentina, a ver dónde es más caro. Y casi no acabo de decirlo, y ni hablar de que ellos tengan tiempo de responderme si me dan el permiso o no, que una mujer cuarentona que está comprado ahí se entromete en nuestra charla y dice: "Ya te lo digo yo, ni te molestes en comparar; hombre! mucho más barato aquí. Si allí compras dos pepinos y ya te quedas sin plata". Madre mía. Madre mía. Y eso que no era argentina, que solo había estado viviendo un año allí y salió espantada. Entonces recuerdo, de nuevo recuerdo, y se me dilatan las pupilas y me vibra la sangre al recordar, que allá no se vive sin la queja permanente por los precios, y que es verdad, que nos vaciaban los bolsillos pero que además es un modo de vivir así. Yo en España me junto mucho más con gente que no tiene un duro (que no tiene un mango) que con gente que cobra bien, y nunca nunca escuché que nadie se quejara de los precios de la comida. Aquí se quejan del gobierno (nefasto, absolutamente) y la corrupción y de la desocupación y los bancos, y de la UE y el precio, sí, pero del cine. Y los sueldos, claro! cómo no! Si ahora ser mileurista es un lujo, un privilegio. Y sin embargo, nunca nunca me pasó que alguien me dijera que no podía comprarse tal comida o que no podía ir a comer calamares al bar de la esquina o que estaba enfadado con tal supermercado por los precios. Y yo cobro menos de la mitad que un mileurista y nunca sentí que el precio de la comida fuera lo que me arrebatara mi pobre salario. Quiero decir: claro que si no hay plata, no la hay ni para el cine ni para el pepino, pero mientras allí nos acostamos y nos levantamos sabiendo y padeciendo que la leche es cara, que ha aumentado, que puta madre, que no llego a fin de mes y lo que me mata es ir a comprar la comida, aquí no se focaliza nunca en el precio de la comida. ¿Peor, mejor? Da igual. No hablo de ventajas o desventajas. Ni tan siquiera quiero hablar de política. Casi que hablo de idiosincrasia.
En fin, después de tanta chapa, querrán saber cuánto pagamos aquí por la fruta y la verdura.
El kilo de lechuga: no me supieron contestar el precio por kilo. Venden la planta de lechuga (la pieza) a 0,99€.
El kilo de tomate redondo: 1,39€ la oferta, y 1,99€ el normal.
Kilo de zanahoria: 0,89€
Kilo de limón: 1,49€
Kilo de banana (ojo! banana, no plátanos de Canarias): 1,49€
Kilo de ciruelas: 0,99€ la que estaba en oferta, y 1,89€ la normal.
Kilo de peras: 0,99€ la pera de agua y 1,75€ las peras de conferencia.
Kilo de uvas (violetas): 2,39€ y 2,99€, depende el tipo
Kilo de duraznos (melocotones): suele haber en esta verdulería una oferta del kilo a 0,99€. Pero los normales están a 2,99€ si se trata del amarillo y 2,25€ el rojo.
Quiero aclarar que las ofertas de 0,99€ el kilo (en melocotones, en nectarinas, en paraguayas, y en ese tipo de frutas en general) suelen ser bastantes frecuentes en todas las verdulerías de mi barrio e incluso en el supermercado Día, que ahora tiene el kilo de duraznos a 0,89€.
Si un euro son $11 (el oficial), entonces el kilo de duraznos o melocotones serían $24 aproximadamente. Claro, si tomamos el paralelo, a $18,50 más o menos, el kilo de esa fruta serían $41,60 (hice 2,25 x $18,50).
Bueno, no es ni mejor ni peor vivir en España, y hay cosas que seguro, seguro, son mucho más caras acá (la vivienda, por ejemplo) pero el caso de la fruta y la verdura parece quedarnos más claro.
Seguiremos comparando... (la verdulería del 13 vs. la de 6, 7, 8 vs. la de Madrid, vs., vs...). Ahora me voy a comer una ensalada de frutas... todo un lujo para los argentinos!
Y recuerdo; me acuerdo de 6, 7, 8... del conductor con coleta y bigotes a lo Dalí. De Cristina, del Papa, del hijo y del Espíritu Santo. Amén. (Del hijo de Cristina, claro). Y me pongo algunas emisiones a través de la página oficial de la TV Pública. Pero pronto acabo en Youtube, maldito Youtube que lo tiene todo, en fragmentos, entero, congelado o envasado al vacío... como quieras. Y vamos, encuentro lo que no buscaba y me lanza a salir a la verdulería de mi barrio a investigar. Encuentro, para decirlo de una vez, una emisión que va sobre la verdulería de 6, 7, 8 vs. la verdulería de Canal 13 (ya sé que el programa es de febrero y los precios cambian, pero me sirve igual). Entonces me acuerdo. Me acuerdo de que vivir en Argentina era participar de ese folklore de las comparaciones y las guerras mediáticas. Y pensar, pensar, permanentemente pensar que la plata nunca nunca alcanza. Pensar, y mirar, y comparar y volver a pensar en precios, precios, precios.
Salgo, dispuesta yo también a jugar, a ver los precios de la verdulería de mi barrio (que son los mismos que eran en febrero). Mi barrio: ¿cómo se llama mi barrio? El centro de Madrid, entre los metros Antón Martín y Lavapiés, una zona con bastante identidad española, que escapa a la masa de turistas que deambulan más por Sol o Plaza Santa Ana, por no mencionar la obvia Plaza Mayor. Total, en la mismísima calle Santa Isabel (la famosa calle que tiene el Cine Doré) está la verdulería de mi barrio. Atendida por indios, muy simpáticos, que comen mucha fruta. Entro con un boli y papel en mano y les explico: si no les molesta que hoy no les compre, que solo tome note del precio por kilo de algunas frutas o verduras porque quiero comparar los precios con los de Argentina, a ver dónde es más caro. Y casi no acabo de decirlo, y ni hablar de que ellos tengan tiempo de responderme si me dan el permiso o no, que una mujer cuarentona que está comprado ahí se entromete en nuestra charla y dice: "Ya te lo digo yo, ni te molestes en comparar; hombre! mucho más barato aquí. Si allí compras dos pepinos y ya te quedas sin plata". Madre mía. Madre mía. Y eso que no era argentina, que solo había estado viviendo un año allí y salió espantada. Entonces recuerdo, de nuevo recuerdo, y se me dilatan las pupilas y me vibra la sangre al recordar, que allá no se vive sin la queja permanente por los precios, y que es verdad, que nos vaciaban los bolsillos pero que además es un modo de vivir así. Yo en España me junto mucho más con gente que no tiene un duro (que no tiene un mango) que con gente que cobra bien, y nunca nunca escuché que nadie se quejara de los precios de la comida. Aquí se quejan del gobierno (nefasto, absolutamente) y la corrupción y de la desocupación y los bancos, y de la UE y el precio, sí, pero del cine. Y los sueldos, claro! cómo no! Si ahora ser mileurista es un lujo, un privilegio. Y sin embargo, nunca nunca me pasó que alguien me dijera que no podía comprarse tal comida o que no podía ir a comer calamares al bar de la esquina o que estaba enfadado con tal supermercado por los precios. Y yo cobro menos de la mitad que un mileurista y nunca sentí que el precio de la comida fuera lo que me arrebatara mi pobre salario. Quiero decir: claro que si no hay plata, no la hay ni para el cine ni para el pepino, pero mientras allí nos acostamos y nos levantamos sabiendo y padeciendo que la leche es cara, que ha aumentado, que puta madre, que no llego a fin de mes y lo que me mata es ir a comprar la comida, aquí no se focaliza nunca en el precio de la comida. ¿Peor, mejor? Da igual. No hablo de ventajas o desventajas. Ni tan siquiera quiero hablar de política. Casi que hablo de idiosincrasia.
En fin, después de tanta chapa, querrán saber cuánto pagamos aquí por la fruta y la verdura.
El kilo de lechuga: no me supieron contestar el precio por kilo. Venden la planta de lechuga (la pieza) a 0,99€.
El kilo de tomate redondo: 1,39€ la oferta, y 1,99€ el normal.
Kilo de zanahoria: 0,89€
Kilo de limón: 1,49€
Kilo de banana (ojo! banana, no plátanos de Canarias): 1,49€
Kilo de ciruelas: 0,99€ la que estaba en oferta, y 1,89€ la normal.
Kilo de peras: 0,99€ la pera de agua y 1,75€ las peras de conferencia.
Kilo de uvas (violetas): 2,39€ y 2,99€, depende el tipo
Kilo de duraznos (melocotones): suele haber en esta verdulería una oferta del kilo a 0,99€. Pero los normales están a 2,99€ si se trata del amarillo y 2,25€ el rojo.
Quiero aclarar que las ofertas de 0,99€ el kilo (en melocotones, en nectarinas, en paraguayas, y en ese tipo de frutas en general) suelen ser bastantes frecuentes en todas las verdulerías de mi barrio e incluso en el supermercado Día, que ahora tiene el kilo de duraznos a 0,89€.
Si un euro son $11 (el oficial), entonces el kilo de duraznos o melocotones serían $24 aproximadamente. Claro, si tomamos el paralelo, a $18,50 más o menos, el kilo de esa fruta serían $41,60 (hice 2,25 x $18,50).
Bueno, no es ni mejor ni peor vivir en España, y hay cosas que seguro, seguro, son mucho más caras acá (la vivienda, por ejemplo) pero el caso de la fruta y la verdura parece quedarnos más claro.
Seguiremos comparando... (la verdulería del 13 vs. la de 6, 7, 8 vs. la de Madrid, vs., vs...). Ahora me voy a comer una ensalada de frutas... todo un lujo para los argentinos!
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