Relatos salvajes en Madrid

Relatos salvajes es una película compuesta por seis historias independientes, como si fueran seis cortos, cuyo principal factor en común es el género al que pertenecen: ¿comedia negra? El elenco es magnífico sobre todo por Darío Grandinetti, Leonardo Sbaraglia, Ricardo Darín (a quien aman aquí en España), Oscar Martínez y Rita Cortese.
El primero de los relatos, el que protagoniza Darío Grandinetti, funciona como prefacio y por eso no hay que darle mucha importancia al hecho de que es básicamente mediocre. Salvo por el remate final, que coincide con que se congela la imagen y se imprimen título de película y créditos, el resto es más tonto que gracioso. El segundo de los relatos no viene a contrastar demasiado con el primero a pesar de la presencia de Rita Cortese que podría ser garantía de calidad pero no lo es. Ella, por supuesto, actúa como siempre. Sin embargo, el relato no parece más que un intento de hacer cine, una mini historia que podría haberse hecho para entretener en televisión, como un episodio más de Mujeres asesinas, así de visto.
A partir del tercer relato la película explota y no precisamente por el hecho de que explota un coche. En este tercer episodio se genera una tensión espectacular que parte de una situación social. Se llega a un clima de violencia y tragedia que no se aleja de la comicidad y da como resultado un logrado humor negro. El tema es el tema: ¿de qué nos reímos? Suponemos que de la miseria humana. Leonardo Sbaraglia, que conduce un Audi, le grita ¨negro de mierda¨ a un provinciano que va en un auto todo destartalado. Yo pensaba mientras lo veía: esto es muy Argentina, los españoles qué están sintiendo, desde qué lugar se ríen. El otro día comparaba el transporte público de Buenos Aires con el de Madrid, y ayudándome de la memoria observaba que se vive mucha más tensión en el porteño que en el europeo. Que el resentimiento social que se respira en las calles de Buenos Aires es algo muy propio de allá, algo muy nuestro. El ¨negro de mierda¨ es muy argentino.
Luego viene más... ¿cine social? Bueno, no, esa etiqueta desencaja con un relato de Szifrón. Pero sí viene más de esto, es decir, más humor y sarcasmo en pequeñas historias que muestran la diferencia de clases pero la miseria en todas. Pienso sobre todo en el episodio que protagoniza Oscar Martínez. Un tremendo ricachón con tremenda casa y un hijo cheto (pijo) y nene de papá que se manda una cagada con el nuevo coche, el nuevo BMW. La tragedia irrumpe en la familia de clase alta (de San Isidro, para ser concretos) y el dinero es el medio con el que la familia cuenta para salir de esa situación. Por supuesto, no falta el estereotipado personaje del pobre que puede soportar muy bien situaciones que los ricos son incapaces de afrontar. El relato tiene su mejor giro cuando el personaje de Martínez decide renunciar a esa arma de defensa con la que cuenta, el dinero, y los manda a todos a tomar por culo. La puteada que se manda cuando se harta y se pone de pie, lo que dice, cómo lo dice, sí, resulta graciosísimo. Y a los españoles, encima, les hace mucha gracia escuchar las puteadas propias argentinas: forro, la concha de tu madre (de la lora, o de quien sea), pelotudo, las pelotas por el piso, y más criolladas. Resultado: en la sala todos se rieron.

La película de Szifrón recuerda en parte a la ¨buena (o nueva) televisión argentina¨ y en ese punto se me aleja un poco del cine y me dan ganas de decir que es un rejunte de relatos. Pero es una película muy bien hecha y divertidísima. Relatos para identificarse; y como vi con mis propios ojos que acá en España también funciona, y que se cagan de risa, creo que entonces puede que no sea tan argentina como creía. Que al final sea una comedia negra que nos toca a todos; historias que nos suenan, miseria humana que padecemos o que somos.
Comentarios
Publicar un comentario